Después del estrés del disco duro y la posible pérdida del material que llevábamos hasta este momento, no nos quedaba de otra que seguir con el plan establecido. Así que aquí comienza la narración de lo que fue el tercer y último fin de semana de grabaciones.
En esta ocasión comenzámos el sábado introduciéndonos nuévamente en el desierto, pero no fue la tierra ni los paisajes soleados de Cerro de San Pedro, ni tampoco el alejado y frío Real de Catorce. Ahora tocó el turno a los espacios abiertos a lado de la carretera que conecta San Luis Potosí con el Santuario del Desierto, ubicado en la comunidad de "Los Capulines" en el municipio de Mezquitic.
Llegamos por la mañana y nos pusimos a trabajar. El reto era tener varios momentos del viaje de los personajes en la carretera, así que, a pesar del frío mañanero, los actores comenzaron a repasar sus líneas mientras se vestían y maquillaban, al mismo tiempo que el equipo de producción acomodaba el encuadre planeado previamente y quitaba algunos elementos que estaban de más en el lugar.
Escena uno, escena dos, escena tres. El día transcurría de forma ordenada y pasabamos de un emplazamiento a otro, grabando desde conversaciones sexuales y llamadas de celular hasta una que otra luchita entre Pablo y Marco, los personajes, tirados en el suelo ocre y lleno de tierra. Al llegar al medio día, el sol estaba en todo su esplendor, aún quedaban algunas cosas qué hacer antes de la comida, así que el equipo se apresuró para tener el trabajo realizado. Cabe señalar que en esta ocasión, el productor, después de tanto prometerlo, por fin llevó un par de sombreros para cubrirnos del sol, bien dicen por ahí que "más vale tarde que nunca".
Al terminar la primer parte del día, lo que hicimos fue trasladarnos al Santuario del Desierto que estaba relativamente cerca. Ahí nos acomodamos y nos dispusimos a comer. El director, o más bien, la madre del director se lució con los alimentos del día, baguettes gigantes para todos, y cuando decimos gigantes lo decimos literalmente. Así que con una plática relajada y a la sombra de unos árboles nos comimos aquello que se sintió como un manjar después del sol y el cansancio.
Lo siguiente fue cubrir con tela negra el coche que aparece en la película como el transporte de ambos hacia Real de Catorce. Ésto con el fin de evitar los reflejos en los cristales y también de procurar tener el mismo tipo de luz todo el tiempo, ya que estaríamos ahí un rato largo y el cambio de la posición del sol podría afectar en términos de continuidad. Así que los actores se subieron al coche y mientras una persona movía el coche y otra reflejaba la luz a distancia, director, fotógrafo, sonidista y actores nos dispusimos a capturar las conversaciones de los actores mientras avanzan por la carretera.
De ahí regresamos al desierto, hicimos que los actores caminaran en círculos, que uno de ellos terminara sin camisa, que discutieran culpandose por sentirse extraviados. Algunas de estas cosas bastante sencillas. Otras, como la última escena un poco más complicada, porque se trataba de un planosecuencia largo en la llamada hora mágica, que no es más que el momento en que el sol está a punto de meterse en el horizonte y desaparecer, ese momento en que la luz que baña el paiaje puede confundirse incluso con la luz del amanecer. Pero al final, el día terminó con el trabajo realizado, sabiendo que Cerro de San Pedro esperaba para cerrar con broche de oro nuestra grabación.
Y así fue. Trepados en la camioneta-casa del equipo de producción, salimos la mañana del domingo hacia Cerro de San Pedro. De lo que allá sucedió haremos un resumen, ya que no podemos contarles demasiado:
Hubo golpes, sangre, esfínteres necesitados, llanto, gel antibacterial, exfoliante, conversaciones en las rocas y bajo el sol, Fruit Loops, leche, muerte, locura, confesiones y desesperación. A la par, el productor observaba las escenas desde su silla de campo, el sonidista se peleaba con el viento, los actores se convirtieron en asistentes de maquillaje, el director se comía una caja de cereal, el asistente de producción ayudaba con los registros de sonido y el plan de trabajo, el fotógrafo se cubría del sol y Cerro de San Pedro se reía de nosotros. Para ese momento, el equipo se había acostumbrado a una dinámica que propiciaba la realización del rabajo de una forma rápida y concreta. Ya lo verá usted en la película.
Al final del día, la noche llegó en Cerro de San Pedro. Cansados y satisfechos nos dispusimos a beber las cervezas que el productor fue a comprar una hora antes de terminar, todo con el fuerte compromiso de festejar el fin de grabación. Una buena y grata experiencia la de ese fin de semana. Ahora a esperar el proceso de montaje, del cuál ya les estaremos contando en unos días. Mientras tanto, les compartimos un pequeño detrás de cámaras, editado con momentos de los diferentes días de grabación, por ahí podrán identificar algunas imágenes que son material real de la película. ¡Échenle un ojo!